26.3.25

"Tecno-fósiles o teatro mediático: las huellas de La Palma entre la ciencia y el absurdo"

 

      Tres años y tres meses después de que un vehículo imprimiera sus huellas sobre la lava aún caliente del volcán Tajogaite, un grupo de expertos, políticos y curiosos se congregan solemnemente alrededor de las marcas de neumáticos. Las califican de "únicas en el mundo", las bautizan como el "primer tecno-fósil" y, con la solemnidad de quien descubre un códice medieval, trasladan los fragmentos lávicos a un lugar "seguro". La escena, entre cómica y surrealista, plantea una pregunta incómoda: ¿estamos ante un hallazgo científico relevante o ante un ejercicio de narcisismo institucional disfrazado de patrimonio? 

 

Tecno-fósil: un concepto malinterpretado 

     El término tecno-fósil, acuñado en el marco del Antropoceno, designa aquellos vestigios materiales que, en un futuro lejano, testimoniarán la relación destructiva (o constructiva) del ser humano con el planeta: plásticos sedimentados, estructuras urbanas fosilizadas o incluso residuos nucleares. No es, desde luego, la huella efímera de un neumático sobre lava fresca, un fenómeno tan mundano como predecible en cualquier erupción cercana a zonas habitadas. 

     Lo ocurrido en La Palma no es arqueología, sino arqueología performativa: el afán por convertir lo banal en histórico para satisfacer agendas turísticas o políticas. Si estas huellas son un "tecno-fósil", entonces cada neumático hundido en el barro de una obra es una reliquia, y cada grafiti en una pared, un fresco renacentista. 

 

¿Artefacto involuntario o necesidad de protagonismo? 

     Más sensato sería enmarcar el hallazgo como arqueología contemporánea: un registro casual de la interacción humana con un desastre natural. Incluso, con humor, como Land Art accidental: la lava como lienzo, el conductor como artista inconsciente. Pero elevarlo a "primicia mundial" revela una tendencia preocupante: la espectacularización de la ciencia, donde el impacto mediático prima sobre el rigor. 

 

     No sorprende la presencia de cargos públicos en el "descubrimiento". El turismo de desastre es un negocio, y La Palma lo sabe. Pero convendría diferenciar entre la preservación legítima de la memoria volcánica y la frivolización de lo trivial. Mientras, en Islandia o Hawái, las huellas de vehículos en lava son documentadas sin aspavientos, en España necesitamos un corte de cinta y un titular grandilocuente. 

 

Conclusión: cuando la ciencia se rinde al postureo 

     La erupción del Tajogaite dejó cicatrices profundas en La Palma, tanto geológicas como sociales. Su estudio merece seriedad, no circo. Las huellas del neumático son una curiosidad, sí, pero convertirlas en reliquia es un síntoma de nuestra era: la obsesión por mitificar lo ordinario mientras lo auténticamente relevante —la gestión posdesastre, el seguimiento científico— queda eclipsado por el show. 

     Quizá el verdadero "tecno-fósil" no esté en la lava, sino en las fotos de los funcionarios posando junto a las rocas: un vestigio perfecto de nuestra vanidad colectiva. 

 

¿No sería más útil invertir esos recursos en investigar los efectos reales de la erupción? O, al menos, llamar a un vulcanólogo antes que a un concejal de turismo.