Desde el momento mismo del entierro
de C.A.C. (Crispín Álvarez Carballo) el
día 15 de enero de 1932, surgieron dos historias diametralmente opuestas. Una
persona bajo el seudónimo de PPP T publicaría un mes más tarde, el 16 de
febrero siguiente en el nº 27 de “El Socialista” órgano de la Agrupación de
Santa Cruz de Tenerife, un artículo que recogería las dos versiones, a una la
llamaría “así sucedió” y es la del autor, la otra la titularía “Y así se
cuenta”, siendo la versión del alcalde contenida en un oficio enviado a la
Dirección General de la Guardia Civil y que se publicó en el rotativo madrileño
“Ahora” el 30 de enero de 1932.
Esta publicación del rotativo madrileño
se conoció en El Paso y fue el detonante de la publicación por parte de TTT P
en “El Socialista” diecisiete días más tarde.
Lo que da por cierto el articulista.
La fecha de fallecimiento de C.A.C.
(Crispín) fue el 15 de enero de 1932 y murió de “enfermedad contagiosa”.
El autor del escrito asevera que, a pesar de ello, no se reunió la Junta de
Sanidad.
La Alcaldía lo que hizo fue gestionar y
conseguir que dos vecinos retribuidos se prestaran a efectuar el sepelio. Dice
que fueron estas dos personas las que penetraron en la casa del fallecido y
colocaron el cadáver en el ataúd. Continúa diciendo que uno era muy viejo y el
otro estaba completamente borracho, nos quedamos sin saber quién era el “de
avanzada edad” pero el embriagado era indudablemente Catalino, es decir dos
desgraciados marginales del pueblo.
Nada más salir con el féretro a la calle
se dieron cuenta que estas personas no podían llegar al cementerio con el
difunto para darle sepultura y los artífices intelectuales del plan de
inhumación no sabían que hacer, el autor del artículo los señala. Los
responsables de que estuviera un ataúd con un cadáver dentro, tirado en medio
de la calle “frente a la Plaza del Ayuntamiento” con un borracho a los pies y
un anciano a la cabecera, eran el alcalde y el teniente de la Guardia Civil.
Según esta versión coetánea de los
hechos, Catalino, si se derrumbó, no fue donde dice la versión popular sino más
de 100 metros antes, solo habían arrastrado, cargado o mal llevado el féretro a
50 metros de la casa del difunto, cuesta abajo.
No había público asistente, algunos
curiosos a más que prudente distancia, la cual guardaba también el alcalde y el
teniente de la guardia civil y sus números de la benemérita, lo dice así “todos,
absolutamente todos los demás estaban a prudente distancia” cuando los
titulares sanitarios, farmacéutico y médico, y un concejal “sin la menor
excitación de nadie, sino por propio y espontáneo impulso y sin exhortaciones”
saltaron adelante y realizaron la inhumación sin más ayuda que la de las dos
personas contratadas.
El farmacéutico Miguel Jurado,
políticamente líder conservador del municipio, el médico Juan Fernández,
políticamente líder que fue de los liberales y, el concejal Antonio Celestino
Castro Casas, concejal socialista y tercer teniente de alcalde, esos fueron los
nombres de las personas que “con su arrojo y altruismo levantaron el
espíritu y estado moral del pueblo”.
Lo presenciaron a respetable distancia el
alcalde y el teniente de la guardia civil, no dice que estuviera la
corporación, ni que se esparciera cal, nada de eso, no nombra al otro médico, a
Juan Pérez Capote que según versión popular era el de la Junta de Sanidad, el
titular de policía sanitaria. Tampoco los nombres de los indigentes
contratados, pero Catalino caló en el ideario popular con la fuerza de sus
borracheras.
El autor de esta versión se pregunta si
alcalde y teniente de la Benemérita informarían de estos hechos a la
superioridad por si cupiera recompensa a los señores “Jurado, Fernández y
Castro”, pero lo que le impulsó a escribir en El Socialista fue la llegada
a sus manos del diario madrileño “Ahora” de 30 de enero de 1932.
La versión del alcalde.
Según el oficio de la alcaldía, su
personal versión en documento oficial, Crispín Ávila Carballo (pone su nombre y apellidos) muere de peste neumónica
y ante ello él reúne a la Junta Local de Sanidad, visto que ningún vecino se
presentó voluntario para efectuar el sepelio por temor a contagio, se presentó
el Teniente de la Guardia Civil don Manuel Bravo Moreno a las cuatro de la
tarde acompañado de tres guardias y dice que el tal Moreno exhortó al
vecindario para levantar ánimos y dar ejemplo ¿de qué?, se pregunta PPP T.
El teniente y el alcalde tras “incesantes
trabajos” lograron encontrar retribuidos a dos vecinos. Y el teniente con
la fuerza a sus órdenes acompañó y coopero en el enterramiento “mientras los
vecinos huían atemorizados” y dice que en todo ello se invirtieron unas
cinco horas.
Luego el día 16 siguiente, alcalde y
teniente requirieron a los vecinos y establecimientos que abrieran sus puertas
y por la heroica actuación es por lo que se dirige al Director General buscando
alguna medalla para teniente Moreno, por el gran servicio humanitario prestado.
Lo firma y sella el alcalde el 16 de enero de 1932.
Este oficio de la Alcaldía es lo que
publica el periódico “Ahora” en Madrid y parece razonable pensar que fuera
enviado al mismo, si no por la propia dirección general, por amigos en la misma
del teniente Moreno. Pero son conjeturas.
No cuesta mucho trabajo imaginar la
indignación de PPP T., se muere Crispín, el alcalde avisa a la guardia civil,
atrapan a dos indigentes, los sobornan y embriagan, no contratan, obligan,
engañan, pero no llegan al cementerio, y, luego actúan quienes no nombra el
oficio de la alcaldía. El anónimo articulista termina diciendo del oficio del
alcalde lo que Baltazar del Alcázar, poeta español del Siglo de Oro:
Esto, Inés, ello se alaba,
no es menester alabarlo;
No cualquiera podía conocer la existencia y la obra de Baltazar del Alcázar, en esa época no se le preguntaba a Google. Con su invocación termina su crónica PPP T.